Las fiestas patronales de 1926

Recogidas en el Diario de Albacete (21/10/1926)

Fiestas en El Robledo

En dicha villa del partido de Alcaraz, han tenido lugar durante los días 12 y 13 del mes en curso sus fiestas patronales, con verdadero esplendor.

Pueblo esencialmente agrícola, se somete en el transcurso del año a las duras faenas del campo, con monótona perseverancia, con ese horado temple que denuncia la etimología de su nombre. Y para hacer más patente ese a modo de ascetismo agrario, solo se yergue y, secando el sudor de la frente con el que cotidianamente riega el surco, se apresta al descanso en esos dos día al año, que representan para el reposo y el esparcimiento del ser lo que una ligera llovizna en tierra ardiente.

Las fiestas han sido amenizadas por la notable banda de música del inmediato pueblo de El Ballestero, lo que ha constituido novedad y aliciente en el festejo esencialmente dedicado al pueblo y animado por él, que gusta percibir las ondas de harmonía  (sic) esparcidas en la sonoridad del espacio, para retozo del cuerpo y alimento del espíritu.

El oficio divino se vio concurridísimo de fieles, patentizando los sentimientos profundamente religiosos de los robledenses, que acompañaron después procesionalmente las santas imágenes en su tránsito por las calles de la localidad con profundo recogimiento y fervor, cubriendo el espacio que amparaba la carrera, de artificios de múltiples formas.

En la tarde del último se corrieron dos vacas mogonas en la plaza pública saliendo los espectadores muy satisfechos del festejo taurino, no solo por la bravura del ganado y el consumado arte de los presuntos fenómenos que acudieron al “olor de las vaquillas”, si que también por los incidentes cómicos propios de la capea y por el beneficio que a las farmacias próximas reportó la venta abundante de árnica.

Los bailes populares han resultado animadísimos. El castizo “agarrao” irrumpió impetuoso en casinos, verbenas y casas particulares, a los acordes de orquesta, guitarras y bandurrias y acordeones; las seguidillas y manchegas renovaron sus tradicionales pompas.

El “clou” de los festejos y el  broche de los mismos ha sido un acto verdaderamente conmovedor por su sentido democrático, que ha servido para afianzar más los fuertes nudos que mantienen identificados al pueblo todo con sus elementos dirigentes.

Ha consistido en un convite con que el Ayuntamiento ha obsequiado a la clase pobre y jornalera  del término municipal, a la que aquel ha servido una abundante comida preparada con carne sacrificada al terminar la corrida. La clase trabajadora, de suyo tan sufrida, se ha expansionado y holgado con dicho motivo en el comedor al aire libre improvisado en una de las eras contiguas a la carretera, y después, en alegre aunque ordenada manifestación, hace desbordado en la villa, precediendo y siguiendo a la banda de música hasta que el cansancio y los horrores de la digestión los ha disuelto y reintegrado a sus hogares, para volver después a la tierra de donde salieron y por la que viven con penuria.

Plácemes merecen por todo ello las autoridades organizadoras de la fiesta y en particular el hacendado industrial don Manuel Inocencio Martínez, probo Alcalde-presidente de dicho municipio, a quien el pueblo en manifestación expontánea (sic) cuyo número de componentes no sería inferior a 500 hombre rindió efusivo homenaje de respeto y adhesión acompañándolo triunfalmente hasta las Casas consistoriales.